jueves, 21 de febrero de 2008

Vos y yo, iguales.


Cuando entré a la semi cocina me di cuenta que era igual a mí. Es extraño, pero a veces sucede que miro a la distancia a ciertas personas. Lejos. En un mundo diferente donde rigen otras variables de existencia. Aquél día de triste lluvia, caí en la cuenta de una certera conclusión: nadie tiene comprado un destino de rosas.

Estaba sentado en el ángulo más oscuro de la habitación, casi acurrucado en una silla de madera vieja; refugiado con un sandwich de jamón crudo. Repetía una y otra vez la acción con sus mandíbulas, y mientras tanto pensaba.

Lo exótico de este hábito común,como es alimentarse, es que él , que se para frente al mundo con aires de superioridad, se percibía mortal y normal...como vos y yo. Resultan disparatadas algunas reflexiones que se despiertan por inercia en mí, pero lo cierto es que esa imagen lo transformó en un ser humano imperfecto y lo alejó de ese decorado de hombre de negocio que arrastra con desgano.

Lo ridículo y soberbio de la vida, es que algunos se creen con mayor derecho a respirar que otros, y mi inquietud radica en saber qué les hace pensar que eso podría llegar a ser así.