martes, 11 de diciembre de 2007

Él...

Lava, y mientras lo hace escucha un viejo tango. Toma la esponja, le pone detergente y luego frota las manchas de aquellos platos abandonados. Limpia las mesa metálica y ordena toda la vajilla prolijamente.
Piensa y re piensa, como si borrara el pasado y el presente.
Desde que soy chica creo que nació para trabajar. Lo que es una bendición para muchos, en él se transformó en una maldición. Ahora fuma. La pava está en condiciones para cebar unos mates. Nos mirámos: él en una punta fumando, y yo en otra escribiendo. Siempre lo juzgué. Aún me cuesta mirarlo como un mortal imperfecto.
Me contaba el cuento del "Perro Tom" y cuando salíamos me compraba mis libros favoritos. Estuvo. Sí, estuvo; y durante mucho tiempo me costó reconocerlo. No sé por qué. Quizás por algún rencor escondido. Una errónea interpretación de mi mente cuando era niña.
Hoy es martes, mi día con él desde que tengo recuerdos.
Sigue tomando mate y escuchando a Serrat. No se imagina que estoy escribiendo sobre nosotros. Me alcanza un matecito y le hago un comentario que le causa gracia. En realidad me gustaría decirle cuánto lo amo y que le agradezco haber estado siempre a mi lado. Sé que lo sabe, pero es diferente cuando uno, con toda sinceridad, verbaliza un sentimiento.
Papi te quiero mucho, y aunque no lo creas sos el mejor papá del mundo.
Flopi.

1 comentario:

HORACIO dijo...

"Él..."
Me llegó tu narración por haber vivido una situación similar con mi hija.
Tu narrativa no me disgustó, si bien hasta Neruda supo escribir y reescribir muchos de sus poemas haciéndoles correcciones.
Aborrecí (mi sinceridad no tiene como objeto menospreciarte) las faltas de ortografía.